viernes, 23 de agosto de 2013

POST 2: Hit the Road: The Origin of a Nomadic Soul / Carretera y Manta: Origen de un espíritu nómada

La primera vez que volví la cara a Europa tenía veintidós años.
Nadie te avisa que tras pasada y enterrada la pubertad, volverías a sufrir otra crisis de identidad capaz de hacer temblar todos tus cimientos y colocarte de puntillas al borde del Parnaso.
Os lo juro. No hay nada que de más vértigo que la búsqueda de un abstracto cuando tus infantes ideas se encuentran en plena batalla campal, en primera línea de fuego y más desordenadas que nunca.
¡Maldito seas Nietzsche! Mira que a duras penas conseguí tragarte en el colegio y con estos cócteles de insoportable existencialidad me vienes ahora.
Ya no basta con un cerrar fuerte los ojos para encontrar ese apacible rincón en el que solías resguardarte hasta que todo pasara. Al menos, no sin que al abrirlos te coja por sorpresa el maremoto con los pies descalzos y la languidez de la yegua vieja que ve su vida escaparse por la escalera de incendios.

Y sin razón aparente, el lenguaje se torna del todo ineficaz. Los conceptos pierden fuerza y las palabras significado.
El término "hogar" por ejemplo, deja de ser percibido como estático y estanco, tiene patas y corre tan lejos como decidas soñarlo tú o "soledad" tan ligada al aislamiento o abandono cuando se siente realmente inmensa rodeada de gente.
Así es, con la espada de Damocles sobre la cabeza, como una establece su punto de partida y se lanza al mundo en busca de ese next level que aporte un nuevo marco y cambios de escenario.
La receta es sencilla: Poner todos los ingredientes en un recipiente y a fuego lento sin dejar de remover añadir poco a poco el sobrante caldo de cultivo et voilà!
"Deconstrucción de una zagala desubicada, engalanada con esencias de autonomía y hambre de acontecimientos" que diría Adrià.

Dudo mucho que mi historia, sea el ejemplo modélico que deba impulsar a futuros viajeros a emprender su andadura, pero nunca he bebido de pócimas espirituales ni comulgo con las moralinas baratas por las que muchos alegan regalarse en cuerpo y alma, así que me limitaré a compartir mi modesta opinión:

El viaje como tal (que no el turismo), es la acción de descubrir y descubrirse y tiene que partir de los estímulos motores que empujan a cada uno a crecer, enriquecerse y madurar. Si esto es así, de la mano llega el compartir, el compromiso social, la denuncia ante lo que se ve y la consideración hacia lo ajeno.
No hablemos ya de aquellos que compartís mi pasión por la fotografía y el Arte. Sobre todo, quienes la entendéis como documento social y herramienta de comunicación. Estáis condenados de por vida a tener algo más que decir y por tanto, a sentiros vivos.







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